La evolución del mercado de trabajo español registra una mejora generalizada en buena parte de los indicadores. Con todo, esta mejora resulta todavía insuficiente para aproximarnos al promedio europeo y, en especial, a los compromisos adquiridos por España para cumplir con los objetivos cuantitativos fijados en el plan de acción del Pilar Europeo de Derechos Sociales para el año 2030, y referidos al aumento de la tasa de empleo, la reducción de la brecha de género y de la tasa de NEET, así como la mejora de la formación y capacitación de la población adulta.
En comparación con la UE-27, el mercado de trabajo español sigue mostrando rasgos diferenciales que, en mayor o menor medida, vienen siendo recurrentes a lo largo de las últimas décadas y de entre los cuales destacan los siguientes: mayores niveles de desempleo, especialmente juvenil (que duplica la media de la región), así como de desempleo de larga duración, temporalidad y segmentación laboral. También son mayores en España la involuntariedad en el empleo a tiempo parcial y temporal. La población trabajadora en riesgo de pobreza y exclusión (working poor), por su parte, aunque ha disminuido en los últimos años, sigue en niveles superiores a la media europea, así como también las brechas laborales y salariales por razón de sexo.
Los indicadores de aproximación a la convergencia social coinciden en afirmar la importancia que tanto para el bienestar individual como colectivo revisten las dimensiones de la igualdad y la inclusión social, la educación, la vivienda, la salud y el medio ambiente saludable. España cuenta con importantes fortalezas en el terreno del bienestar, entre las que destaca una de las esperanzas de vida más largas del mundo, avances considerables en el terreno de la igualdad entre mujeres y hombres, especialmente en la participación política, una elevada proporción de población con educación terciaria o la alta escolarización de menores de tres años.
Sin embargo, el gran número de hogares con bajos ingresos que se sitúan en riesgo de pobreza, situación especialmente grave en el caso de las familias con niños; la persistencia del problema del fracaso y abandono escolar temprano y los problemas de acceso y mantenimiento de la vivienda comprometen el nivel de bienestar global y su convergencia con los países con mejores resultados.
España presenta una especial vulnerabilidad a las consecuencias del cambio climático, cuyo impacto en el bienestar individual y colectivo es cada vez más evidente, y debe aumentar el esfuerzo para reducir la población incapaz de mantener una temperatura adecuada en el hogar, reflejo del aumento de pobreza energética, entre otros problemas de la calidad del entorno vinculados a la desigualdad social.
En definitiva, en el marco de la presidencia española del Consejo, la heterogeneidad y diversidad de situaciones imperante en los países de la Unión Europea hace necesarios nuevos instrumentos para conocer e impulsar la convergencia, favoreciendo una aproximación a la misma a través de un nuevo marco europeo de indicadores que refleje la concepción multidimensional del bienestar, más allá del PIB, integrando los indicadores sociales y ambientales tal y como preconizan las instituciones europeas.